domingo, 11 de octubre de 2015

Cambiando de lugar y de nombre

Pues sí, ando yéndome de este sitio. Me voy a un wordpress, a los apellidos de mis abuelas, casi seguro a otra novela. Otras. Ahora que ya logré practicar la sinautoría escrita, al fin, en el campamento de la dignidad de CCIP. Ser autora, como lo fui, no me logró plena. Más bien he estado todo el tiempo intentando escaparme de esa condición de escritora de novelas que se venden en cualquier sitio.

Sonia, mi amiga, un día me dijo que no quería que mi novela se la pudiera leer cualquiera. Como si las obras debieran protegerse de ciertas personas. Me hizo pensar. Luego descubrí eso del aura benjaminiana y es cierto que prefiero que las obras sean posibles para las comunidades para las que tienen sentido. Desde las que están escritas. El mercado a lo bestia, a lo global, exige estímulos respuesta, de esos que a mí me suscitan todas las sospechas de crueldad del mundo. Me asusta lo masivo, me da igual que se vea matar a un toro, que crucificar a una persona, que escuchar un grupo de hip hop. Y luego también quedan los nichos, de mercado, para autores un tanto atados a sus reductos, que tienen que estar repitiéndo sus gags como Tarantino para que su público se escandalice pequeñamente...

Por eso yo ando con esto de la "sinobra" dándome vueltas todo el día. La "sinobra" es una obra que no necesita morir. Es obra creadora, cuyo alrededor es pura huerta. una "sinobra" es una semilla de calabaza que de repente emerge en medio de unas fabas. Es todo aquello que permite que la vida nunca acepte ningun límite, no se crea un producto y por tanto no pueda convertirse en mercancía. Que ese es para mí el único problema, cuando algo se reconoce ya muerto. Terminado. Hecho que es por otro lado una impostación.

En el próximo blog, con la memoria de mis abuelas en la cabeza, pensaré más en esto. Ahora estoy despidiéndome de este lugar. Creo que ya construí una fuerza en la que refugiarme para siempre. Esa fuerza conjuga tres cosas: poder creer en la capacidad de las personas, no tener prisa, no tener miedo a lo que aún está inédito. Con el objetivo de solo poner en el mundo lo que nos hace mejores. Mi manera de ver el mundo es durísima, por eso creo que no podemos andar desperdiciándonos. Que no debemos derrochar.

Así pues vuelvo a escribir publicamente, en otro lugar que es blanco. Ya no estoy de luto. Yo que escribo para poder querer, lo cierto es que necesité dejarlo. Estos años estuve detonando colectividades de producción cultural-cinematográfica, dejando las palabras no sucederse... y también luchando por otra sociedad desde lo que soy, desde mi vida material de madre, hija, subsidiada.

Como escritora preferí aprender sobre los medios de producción de los libros -en Contrabandos-, sobre cómo tomarlos. Tomarlos al estilo furtivo, de guerra de guerrillas, dado que la revolución no dará al pueblo sus medios de producción,  al pueblo (que con todo no ha sido vencido). Desde que empecé este blog, sin embargo, es verdad que he cambiado. Aunque sigo siendo básicamente en eso comunista, comunista "tiqquniana" también. Pero lo soy solo de facto. No de capilla. No acepto alaracas que me despisten en absoluto de mi hacer y en ese hacer le encuentro potencia a lo posmoderno y a lo anarquista. Lo que sí que no consiento es permitirme que por pensar comunista, entre muchos comunistas, puedo actuar capitalista y creyendome acertadísima. Reconozco que la revolución triunfante del XX ha sido el capitalismo y sé que mi cuerpo la celebra como todxs los demás. Sé también que duele demasiado y a demasiada gente... y por eso en mi ánimo está derrocar al menos en mí, y en lo que mi aura abarca, lo que del capitalismo es trampa, mentira y mierda. Busco la parresía, la evidencia, una verdad a construir entre la gente. Si algo me dejo el marxismo es esa pasión por el materialismo que hace que atienda a cada segundo de mi hacer.Y que deteste los cuentos.

Y ya, a modo de despedida, agradezco a Tierra de Nadie Ediciones, hayan reseñado en "Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual", la novela que detonó este blog "Inmediatamente después". Ahí un análisis completamente exhaustivo, nada más pues que decir yo de mi novela... No en vano, no se me dan bien los comentarios de texto, y no sé valorarlo, pero agradezco a Matias Escalera y a mi amigo Fran y a David Becerra, que mi novela resida en ese libro. Ahí quedo pues.

¡Ya puedo irme...!


lunes, 7 de abril de 2014

SOStener la vida: Asamblear la crianza

Escribo y me sumo a mis detonadoras. A todas. Y sobre todo a la pregunta de June Fernández. Quiero todo, desocupar la maternidad y maternar el mundo. Lo quiero todo porque lo que celebro es que las mujeres nos  reapropiemos de nuestra potencia de vida. Vida para concebirla y/o dejarla estar.  Y aún deseo más: me gustaría que quepamos en la crianza todas las personas (cuidadoras migrantes que teleasisten a su propia descendencia, abuelas de padres-madres ausentes, hermanos solteros y los y las esteriles y las maternofóbicas)
Necesitamos  urgentemente asamblear la crianza. Para otorgarle relato plural. Porque sólo así podremos imaginar la maternidad, no como un debe (más o menos utópico, más o menos casposo o posmoderno), si no como un haber (un materialismo, un izar a la realidad lo que vivimos para legitimarlo: por raro, aberrante o convencional que parezca). Solo así, nombrando cómo criamos hoy, podremos criar socialmente.
Lanzo mi desafío: denunciar lo habitada que está la maternidad del relato hegemónico de feminicidio, y de vidacidio. Nada tiene que ver la crianza en sí, con el envoltorio que le han puesto quienes no crían, pero mandan, y construyen relato. Mis hechos son que mi maternidad me logró poliamorosa, desclasada, me desaburguesó y me desnuclearizó. Embarazarme supuso quedarme sin “marido”, y sin casa, y sin sueño. No podía dormir y casi me vuelvo loca. Después de 38 años de cordura y omnipotencia, sucedió. Caí. Yo también fui vulnerada. Y solo entonces pude preguntar a un mantero, que vendía pelis a la puerta de mi casa, honestamente: ¿qué tal estás? Y todo eso me lo dio la posibilidad de ser madre. Justo lo contrario de lo que me contaron fue lo que viví.
Para mejor cuando Laia nació en su mirada nuda, una ameba que no se sujeta ni el cuello, que ni mira, ni ve pero repta hasta la teta y se agarra, vi ahí pura vida de la que no es de nadie.  Esa capacidad de Laia me reveló porqué el capitalismo no aguanta la maternidad. Ni el patriarcado, ni el capitalismo aguantan la emergencia de la vida. Y de ahí las cuarentenas y los putos puerperios, para esconderla.
El embarazo en si ya es es una proeza. Las mujeres vivimos con todos los órganos detrás de las tetas. Una proeza como tantas otras funcionalidades diversas del mundo. Por eso apenamos tanto las embarazadas, como las locas, cuando en realidad, somos monstruas maravillosas.  La maternidad nos pasa a diversas funcionales. A la mayoría. Incluso si el embarazo no te saca mucho de la “normalidad”, luego siempre llegará el momento en que tendrás un carro incrustado en las manos, e irás con cuatro ruedas y cuatro piernas.
Por otro lado, embarazarse devuelve la vida, la de verdad, la que no es manejable, ni atiende a dueños o se mercantiliza. Por eso esta sociedad tara la maternidad, la mina de riesgos. Yo viví las clases de preparación al parto como un susto y una estupidización. Te enseñan a respirar como si fueras idiota, mientras te advierten de todo lo malo. ¿En qué instancia humana eso se permitiría? Decretar que toda la población, por elevadísimo riesgo de contraer algún cáncer en su vida, debe perfectamente sana asistir a unos cursos para aprender a reaccionar cuando enferme. Esa idiotización se traslada luego al recién nacido tratado también como un gilipollas.
Conservo un odio activo a los manuales de maternidad. Desde los de las tetinas anticólicos de los biberones, hasta cualquier otro. Ni una matización, ni un beneficio de la duda a la perspicacia de la madre, ni a la diferente capacidad de succión del bebe. Puro nazismo. Tetina cero meses= bebe cero meses. Pero resulta que Laia succionaba como si tuviera tres años a los cero meses. Menos mal que cuando Laia nació lo suspendí todo, y me presté atención a mí y no a la literatura sobre el cólico del lactante.
Luego de superar las clases de preparación al parto “mortal” y después de habernos tratado en el embarazo a las mujeres como si ya fuéramos una tumba o a una cuna, u otro receptáculo cualquiera, llegaba al principio de la crianza la posibilidad de enunciar todos los trastornos que seguramente padecerán nuestros hijos, por no haber seguido el prospecto: síndromes de hiperactividad, terrores nocturnos, cólicos del lactante. El vocabulario del temor, de la carencia es durísimo.
Y sí de esas furias, de haber tenido que atender relatos que miserabilizan la crianza, reivindico, nos reivindico la necesidad de narrarnos, de revalorizar el saber de las criadoras, madres… Nuestro saber no frugalizado, ni de color rosa y azul clarito. Fuera moñeces. La crianza es punk: es roja, violeta… negra, blanca… Hablamos de la  emergencia de la vida, hecho tan fundante como su desaparición, para mí de igual intensidad y violencia. Un bebé llega a quedase en un “para siempre” tan poco determinable como la vida y su finitud. Sin embargo, esa comparación: nacer es como morir, tan violento y potente; está inédita. Y yo creo que la necesitamos.
Mi maternidad fue fruto de una aberración social: atreverse a enunciar el padre (un tabú decirlo, una costumbre hacerlo) que no quería criar, ni ocuparse de un bebe y decirle yo, no hay problema, yo crío. A mí me pareció pura lógica, en mi prepotencia; pero no, luego casi me estalla la cabeza. Porque yo no lo sabía. Pero nuestro imaginario de la crianza es estrecho, estrechísimo y desde ahí respeto a quienes proponen desocupar la maternidad. Si ser madre es eso: no me llamen madre asegura Brigitte Vasallo.
Y por eso insisto en que relatemos para que abramos el campo, para que quepamos más. Cada una/o desde su experiencia, para que podamos realizar (izar a la realidad) la propia experiencia: nuestra crianza-nuestra construcción.
La realidad es lo hacemos y lo que nos hacen. Y el límite de nuestro hacer es el límite de lo que alcanzamos a imaginar que podemos y nos ponemos a poder. ¿Qué creemos que podemos las mujeres en la maternidad/la crianza/el cuidado?
Para mí la maternidad, insisto, significo la  liberación del cuidado consecutivo (familiar), y liberación del amor patrimonial, (el del territorio del dos como único habitable). Yo respeté que otro no quisiera criar y yo sí y logré seguir amándole cuando me pude querer sola. La cadena de cuidado garantista, de las familias nucleares, a mí se me rompió y lo que en principio fue un duelo, luego fue un regalo. Mi madre tuvo una trombosis en mi sexto mes de embarazo y mi pareja no soportaba acompañarme al parto. Y de repente el cuidado extenso, llegó, de regalo para maternar. Contarlo es lo que más me motiva a articular este texto. El embarazo me suministró cuidadoras imprevistas: Sonia, una antigua novia reconvertida en madre bollo, intermitente e indisciplinada, pero para toda su vida. También la panadera de mi viejo barrio, que me daba calabaza asada, y una bebita, Laia, mi hija, que me enseñó a cuidarla, cuidándome y me enseñó a aprender a amar a quien no sé cómo será, ni cuánto me ayudará a vivir. Aprender a quererla porque me engatusó ese venir suyo a la vida, sin nada, desde el principio de su existencia. Un corazón que late en un cuerpo que no se sostiene.
Mi maternidad sobrante e imprevista, insólita, me hizo mejor, pero podía haberme matado. A mí casi se rompe la cabeza, hay otra gente a la que se le rompe del todo y conste que no me lamento, es justo estar al fin menos blindada,  como tanta gente, sentirse también mantera, diversa funcional, muerta de miedo… Solo, que ahora sé lo que me hubiera hecho bien. Y haberme podido imaginar más allá de un papá, y una mamá, más allá de una casa y un trabajo -porque ésa es otra, ¿cuántas madres asalariadas sobreviven su asalariamiento en la crianza?; yo no-.
Me jode en el alma que la maternidad, sí sea reñible, reprimendable, pero no asambleable. Siempre me viene a la mente como extrema consecuencia el caso de una mujer que me contó la psiquiatra. Ella se quedó embarazada de in-vitro de dos niñas, las parió como madre sola y al sexto mes se suicidó. No lo pudo soportar. Criar así, en pura soledad. Y es que nos han dejado jodidamente solas como madres o cuidadoras o lo que sea y eso sí que no lo acepto. Solas y entontecidas, las madres. Solas e incomunicadas. Porque maternar es un acto  pudoroso en extremo, casi como el sexo. No se puede mirar, pasa de puertas para adentro, lo que favorece el cúmulo de neurosis que se da en el entorno familiar, y dificulta en extremo el abordar a la sociedad, a la economía, interpelarla desde ahí.
Y sí, no es que considere gravísimo suicidarse pero sí no aguanto que sea obviable. Por eso creo que ha llegado el tiempo de coger lo mío, lo tuyo, y lo nuestro y asamblear de una vez las crianzas diversas, para poderlas recrear y que todas las mujeres -¡todas!- puedan imaginarse siendo como quieren ser. Madres, amigas, tías, abuelas, trabajadoras del cuidado permitiendo la vida, como es. Necesitamos pluralizar, no juzgar; ver los valores de cada una, los sís de cada no, porque además debiéramos asamblear la crianza, con toda la delicadeza del mundo. Es gravísimo que la maternidad sea un asunto privado, privativo, que se críe dentro y que sea una relación apenas construible colectivamente -la frustración de los cuidadores segundos o terceros o cuartos o los imposibles quintos-.
Ese hecho profundamente político que es criar, cuidar, sostener la vida, ¿cómo podemos pretender que interpele a la sociedad si le es privado, íntimo, inopinable? O así se nos presenta. No criamos a escondidas del contexto. Criamos desde el compromiso que esta sociedad tiene con las personas dependientes… Criamos sin la renta básica, en ciudades inhabitables y es mejor que se cargue con la responsabilidad al papá, o la mamá, para así no enfrentar el desafío. Para hacer indefendible la necesidad, la urgencia de un modelo cuyo centro debería ser la vida, toda la vida y no solo la que es autónoma para consumir, ir en coche o comprarse un pantalón vaquero.
Esta sociedad cría neuróticamente y ha neurotizado la maternidad hegemónica. Cualquiera nos embronca por llevar un bebe en un carro una noche de invierno. Un viejo, que no debió mirar a su hijos a la cara mientras pasea a su perro, se siente en el derecho de decirte: ¡Vaya horas, qué vergüenza!”. No te pregunta si necesitas algo, te riñe. Las madres estamos situadas a la altura de todos los betunes de la tierra, (que no es un mal lugar el a ras del suelo, cuando no permites la humillación, y te puedes reír y apenar de quien te reprimenda y te da una clase magistral). De la misma calaña son los  manuales de crianza, con sus aberraciones cientifistas, que ya ha abordado Carolina del Olmo, y sus simplificaciones disciplinarias desde el adultocentrismo al niñocentrismo. Se trata de clavarnos a las madres un universal en el alma para que nos serialicemos y seamos nicho de mercado, funcionales a la lógica del capital. La  responsabilidad de su prole es de la madre. La culpa si algo sale mal, suya también. No, del asilamiento decretado, no de los desahucios, no de las horas de curro, no de vivir con 400 euros, no del cisma ecológico o del desmontaje del escaso estado del bienestar. La culpa es de la mamá garante, responsable, dado que bípeda, de velar por la autonomía de un ser que es parido como una pura birria. Rose Jové, nos hace cargo a las mujeres de una causa civilizacional, y así nos va. No hay crianza que soporte ese peso. Quizá por eso aceptamos tanto las mujeres que todo el mundo nos explique cómo. Porque no hay cómo posible. Y vivimos la maternidad buscando desesperadamente una fórmula porque es demasiado lo que falla y es que son muchos siglos de despreciar nuestras destrezas e incluso arrebatárnoslas como a las matronas. ¿Y qué nos quedan? Las ruinas: muchas madres habitan unas enanas entidades beligerantes, un enfado largo, un disgusto interior que luego se somatiza en cuerpo enfermo.
Por eso reitero, necesitamos enunciar desde nuestra propia intuición y nuestras propias destrezas y nuestra propia vida. Necesitamos renegar de un discurso que no nos nombra, ni es el nuestro. Como es una crianza feminista, como la que viven las feministas: pues a escribirla… Tenemos escasísimas experiencias de crianza colectivas (sigue dando pudor ver a una madre y una hija discutir, giramos la cara, porque la crianza seguimos respetándola como un asunto privado, familiar). Así los padres, las madres saturadas, apenas imaginan ceder territorio de crianza a otros/as que quizá juegan papeles, pero en tanto que no reconocidos son papeles muy vasallos (el de los abuelos, la cuidadora emigrante, el hermano enrollado, la tía soltera que no pueden opinar apenas). Y queda algo insoportable que quiero romper: el mudo consenso, y la mirada oblicua y el arrasamiento de la diferencia, porque para criar o nos tiramos  los trastos a la cabeza, las madres o hacemos absoluta dejación.
Cómo criamos, igual que como amamos, es apenas discutido en entornos de familia nuclear, lugares muy viciados y ensordecidos…  Pero no asambleamos la crianza, no la socializamos, ni la abrimos con mínima dignidad a círculos de amistad, sociales… Así nos restamos la posibilidad de vínculos de crianza con mirada plana, sin reprobación, ni juicio previo, ni defensa antepuesta, por si acaso. Vínculos trabados para inaugurar crianzas apropiadas a nuestras vidas y nuestros cuerpos, para mujeres que no creíamos en la familia nuclear porque nos resultaba radioactiva, o para mujeres que se circunscriben al modelo nuclear pero sin pretender que sea su único lugar de socialización de la crianza…  Perdemos, siguiendo además el plan capitalista y patriarcal, la posibilidad de colectivizar la crianza, el cuidado de la vida, y en ese camino también perdemos la alianza con nuestras niñas y niños para criarles. Hemos asumido esos plurales que les eluden, o les generalizan desde una tolerancia posmoderna y dogmática. “Cada niño es un mundo”, decimos, para no meternos en su mundo… ni salirnos del nuestro. Y termino preguntando ¿pero el mundo es nuestro? ¿Es nuestro un mundo donde no nos hacemos cargo de la emergencia de la vida ni de su sostén? Eres tan nada que tu suelo sujeta, me escribía mi amigo Antonio… Sostén. S.O.S. Ten. S.O.S.tengamos.
http://www.pikaramagazine.com/2014/04/sostener-la-vida-asamblear-la-crianza/

viernes, 22 de febrero de 2013

¿Nos encontramos en el IV Foro Social de las Artes?



Este texto es una convocatoria a encontrarnos el sábado 9 de marzo en la Sala Youkali de Madrid.


Emplearemos el tiempo que al final concertemos (todo el día o mañana o tarde) entre leyendo, escribiendo y conversando...

Buscaremos no hacer un buen papel ante las ruinas... -como señala Tiqqun-. Ya no es tiempo de hacer literatura con las distintas combinaciones del desastre... Tenemos que hacer literatura “otra”. La que no es más abrazo vacío... La que nos vuelva a posibilitar, hacer posibles porque nos podemos nombrar y contar. Porque nos cuentan los libros que nos leemos y nos encuentran: otras editoriales, otras maneras de escribir y ser leído, otros lugares para producirnos que no sean el mercado sin dinero, precarizante, narciso...

Podríamos elaborar un texto colectivo... se me ocurre pentálogo si somos cinco, sexálogo si somos seis, decálogo si somos diez… para salir de allí con una estrategia de comienzo... que nos permita reapropiarnos de las novelas y poemas y convertirlas ya no en armas, si no en manzanas.

Podríamos alentarnos con textos que nos alienten, nuestros o que hayamos hecho nuestros... Compartir rastreos, nociones, inquietudes comunes, asaltos. Hacernos tribu, pequeño espacio de filiación y alianza. Para ir disimuladamente abandonando las filas y pasar a engrosar el cuarto propio, la nueva trinchera... la extensa retaguardia donde nos hacemos tanta falta.

Nos unirá querer con las palabras -con las elaboraciones por escrito de nuestras vidas y con los libros-, nos unirá, querer cambiar nuestras vidas y el mundo, aunque sea construyéndolo de nuevo en casi todos sus pedazos...

Aseguranos tu presencia (en qué horario) y tus motivos para acudir a esta convocatoria en este correo electrónico:


Os seguimos contando cómo se perfila nuestro encuentro a vuestros correos,
aquí y en el blog del IV Foro Social de las Artes.